El título de la Copa América en Brasil significó para Messi un desahogo eternamente esperado, y el comienzo del idilio definitivo con el público argentino. El entrenador supo «llevar» a Messi, casi paternalmente, entendiendo el momento de la relación entre Messi y la selección argentina en aquel 2018, que arrastraba las derrotas en tres finales consecutivas y un Mundial de 2018 que, tal vez, mostró la peor versión del actual jugador del PSG de Francia.